El olor a maquillaje recién puesto. Los ojos entrecerrados y el frío entrando por la ventanilla baja para matar el humo del cigarrillo que empañaba los vidrios. La mano helada se apoyó en el rostro para intentar callarlo, esos ojos que miraban con sabor a desilusión, vomitando hipocresía.
No iban a callar mi voz, no con mentiras!
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